30.1.15

Mañanas de domingo

Juegas a desenredarme el alma
y a peinarme las ideas.
Y a veces me deshaces
los nudos de la espalda
los del corazón,
y alguna vez me has secado hasta las lágrimas.

Y rodamos en la cama
y nada ha servido
de nada
porque vuelvo a liarme con las sábanas
y he deshecho la cama
y me miras como si fuese mi culpa
este desastre mutuo,
esta habitación cerrada,
estas ganas de reírnos
y mis rizos en la almohada.

Por nuestra piel de gallina,
por los gemidos ahogados,
por la persiana medio bajada,
y solo un rayo de luz,
que ilumina nuestras piernas enredadas.




9.1.15

Testamento de flores


Voy a hacer un testamento de flores.

¡Os invito a hacer un testamento de flores!

Hagamos un testamento de flores,
dejemos a un lado las tumbas,
escribamos en un papel
nuestras flores favoritas
y dejemos que la tierra caiga sobre nosotros,
creemos un jardín
en lo que llamamos cementerios.

Hagamos un testamento de flores
y llenemos la muerte
de un poco de color,
dejemos que florezcan
colores en nuestro pecho,
pétalos en el pelo,
raíces en las costillas.

Hagamos un testamento de flores,
la muerte menos amarga,
y de nosotros, algo bello.

4.1.15

Su boca era el espejo del alma

Sus ojos no eran de este planeta,
la mirabas y el cielo se quedaba pequeño,
el espacio se escondía
en un agujero negro
y las galaxias se alejaban de ella.

Su pelo era casi
como el interior de su cabeza,
todo nudos,
rizos y enredos,
pero en conjunto
y si lo mirabas bien
se movía con gracia
y daba pequeños saltitos
subiendo y bajando sus hombros.

Su cuerpo estaba entre el cielo y la tierra,
cedido al infierno
las horas de sexo.
Era para recorrerlo con la mirada,
repasarlo con los dedos,
estudiarlo con la lengua
y culminarlo con el alma.

Y su boca,
su boca era de esas mentirosas dulces
de las que te engañan,
y te gusta.
Era su boca la que te hacía perderte en otro mundo,
la que recitaba los poemas,
de la que salía esa voz preciosa cuando cantaba.
Sus ojos decían mucho,
pero era su boca la que más hablaba,
tan deprisa y alocada.

Su boca era el espejo del alma.