El dolor que desgarra las paredes
y crea precipicios
que caen en el vacío
más lleno.
Se abren las heridas,
destroza la carne
y gritan
lo que mi boca no supo decir.
He vuelto a romper un vaso.
He vuelto a caerme.
He vuelto a hacerme heridas.
Me he cortado con los cristales
y el suelo de la cocina no deja de sangrar.
Algún gato lamerá las heridas
y jugará con el hilo que las cose.
Alguno como tú.
Corre lejos, corre en círculos,
vuelve, alcánzame
y no pises los cristales,
camina con cuidado,
rodeame con tus brazos,
mi cabeza en tu pecho
y mis heridas derramándose.
Cúbrelas con tus manos
y deja que el calor cauterice las líneas irregulares
que se han formado en mis manos.
Gotean mis pestañas
y me secas con tu ropa,
me desnudas del dolor,
te desnudas
para que no me duela,
para que no me desangre de ganas de abrazarte
y de quererte.
Deja que te cuente cómo he hecho todo esto,
deja que te lleve lejos.
Túmbate conmigo en este mar de sangre y cristales,
cántame bajito mientras me curan tus besos.
Y ahora...
ahora creo...
ahora creo que ya no me duele.
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