4.1.15

Su boca era el espejo del alma

Sus ojos no eran de este planeta,
la mirabas y el cielo se quedaba pequeño,
el espacio se escondía
en un agujero negro
y las galaxias se alejaban de ella.

Su pelo era casi
como el interior de su cabeza,
todo nudos,
rizos y enredos,
pero en conjunto
y si lo mirabas bien
se movía con gracia
y daba pequeños saltitos
subiendo y bajando sus hombros.

Su cuerpo estaba entre el cielo y la tierra,
cedido al infierno
las horas de sexo.
Era para recorrerlo con la mirada,
repasarlo con los dedos,
estudiarlo con la lengua
y culminarlo con el alma.

Y su boca,
su boca era de esas mentirosas dulces
de las que te engañan,
y te gusta.
Era su boca la que te hacía perderte en otro mundo,
la que recitaba los poemas,
de la que salía esa voz preciosa cuando cantaba.
Sus ojos decían mucho,
pero era su boca la que más hablaba,
tan deprisa y alocada.

Su boca era el espejo del alma.

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